jueves, 19 de septiembre de 2013

CÉSAR VALLEJO: EL JUEGO, DIOS Y LA ANGUSTIA DE VIVIR

CÉSAR VALLEJO: EL JUEGO, DIOS Y  LA ANGUSTIA DE VIVIR

"LOS DADOS ETERNOS"
Para Manuel Gonzales Prada, esta
emoción bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.


Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!


Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.


   


                                                                                                                          
D. Alonso en sus Estudios de Poesía Hispana  habla “del desgarrón afectivo de Quevedo”, aquí cabría, el desgarrón existencial, de César Vallejo (si se nos autoriza usar la definición del crítico). Ese antes y después que marcó su vida y empapó su poesía de angustia.
Veamos el porqué. Su niñez: Santiago de Chuco, región, con numerosas ruinas indígenas, anclada en la Cordillera de los Andes, separada en espacio y tiempo de la realidad de su época. Su ser, unión de dos respuestas vitales: una su origen indígena, sus dos abuelas eran chimúes;  la otra, su formación hispana, sus dos abuelos eran sacerdotes, educado bajo las pautas del catolicismo. Por un lado sus ancestros hablaban de la Madre Tierra, por otro de un Dios creador, orden y principio de todo. Su posición social, en Santiago, era de cierto prestigio  debido al oficio de su padre. Esos tres factores  interactuaron, lo formaron y lo protegieron, como un claustro.
La salida al mundo fue dolorosa. La realidad, muy distinta,  y llegaron los “golpes en la vida, tan fuertes…” que derribaron su mundo anterior y le dejaron inerme, sin Dios, sin respuestas claras, solo el dolor y la sensación de pérdida constante que estudiamos en los autores anteriores.
 Como dice Jean Franco en su libro César Vallejo La dialéctica de la poesía y el silencio: “En los poemas de Vallejo lo que irrumpe a través de los sistemas tradicionales de analogías es, ante todo, la disparidad entre la promesa del libro sagrado y la insignificancia del hombre moderno”.

El poema pertenece a la obra: Los heraldos negros y dentro de esta a la parte: Truenos.   El título ya nos muestra una proyección al pasado antiguo, el juego de los dados se observa desde  las primeras civilizaciones del Cercano Oriente. Al lanzar los dados nada puede preverse, todo queda librado a la suerte.  El azar, dominando la existencia humana se dio desde siempre, para el autor, los vemos en el adjetivo “eternos”.Todo lo conocido por el hombre es producto de este, todo lo demás es temporal. Si unimos los dos conceptos se borra por completo la idea de un ser superior, creador del mundo, ordenador de su reino. Dios no existe porque todo se debe a la casualidad y en esta se inserta el destino del hombre.
El dado puede tener varias formas pero la más común es el cubo, numerada cada cara, del uno al seis, las opuestas suman siete. No olvidemos que este es el número de la perfección en la Biblia, lo vimos en Job cuando enumera sus bienes.
Si tomamos el aspecto simbólico, Cirlot expresa en la obra ya citada: el cubo equivale al cuadrado, entre los sólidos. Por esta razón simboliza la tierra (el cosmos físico de los cuatro elementos) Acepción que se ve al final del poema.
Podemos considerarlo un título catafórico, el yo lírico propone a Dios, jugar una partida que defina su suerte, la de la humanidad y del universo.
La primera estrofa plantea la situación del yo lírico, su conflicto frente a la vida y su enfrentamiento a Dios. 
Se abre el poema con una invocación muy significativa “Dios mío…” el yo lírico pone el posesivo sucediendo al sustantivo, fortalece la pertenencia. Lo acerca física y emocionalmente. Como lo vimos en Machado. Pese a sentirlo tan cerca no lo ampara sino lo contrario, parece encarnizarse con él.

domingo, 8 de septiembre de 2013

ANTONIO MACHADO: EL SER, EL DOLOR, DIOS

ANTONIO MACHADO: EL SER, EL DOLOR, DIOS.

"ES UNA TARDE CENICIENTA Y MUSTIA"LXXVIII GALERÍAS
- "SEÑOR YA ME ARRANCASTE LO QUE YO MÁS QUERÍA" –CXIX CAMPOS DE CASTILLA

LXXVII
Es una tarde cenicienta y mustia,
 destartalada, como el alma mía;
 y es esta vieja angustia que habita mi usual hipocondría.

La causa de esta angustia no consigo
 ni vagamente comprender siquiera;
 pero recuerdo y recordando digo:
 -Sí, yo era niño y tú, mi compañera.

Y no es verdad, dolor yo te conozco,
 tú eres nostalgia de la vida buena
 y soledad de corazón sombrío,
 de barco sin naufragio y sin estrella.

Como perro olvidado que no tiene
 huella ni olfato y erra
 por los caminos sin camino, como
el niño que en la noche de la fiesta


se pierde entre el gentío
 y el aire polvoriento y las candelas
 chispeantes, atónito y asombra
 su corazón de música y de pena,

así voy yo, borracho melancólico,
 guitarrista lunático, poeta,
 y pobre hombre en sueños,
 siempre buscando a Dios entre la niebla.”
CXIX
“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
 Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
 Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
 Señor ya estamos solos mi corazón y el mar.”

Machado es el poeta de la sencillez en la complejidad. Su poesía de palabras comunes, encierra la  profundidad  de su pensamiento en una elaborada creación.
Su inmersión en el conflicto del hombre, parte siempre  de su visión intima. El ser es su ser, el dolor es su dolor y Dios es su anhelo de respuestas, que no aparecen. Quiere dialogar con él  “…espera hablarle a Dios un día” (Retrato). Lo busca, “siempre buscando a Dios entre la niebla”· Lo sueña: “Anoche soñé que oía// a Dios gritándome: ¡Alerta!// Luego era Dios quien dormía, y yo gritaba:¡Despierta!”  , lo despierta. Lo increpa: “Señor, ya me arrancaste...” Pero siempre termina solo frente a la inmensidad del mar.
 Se enlaza el conflicto de la existencia, con la angustia “compañera” desde la niñez y es la misma desorientación de Job, al no encontrar la presencia divina que ordene o explique el porqué “… dar la vida al desdichado…”
Ramón de Zubiría en su estudio de La poesía de Antonio Machado señala como temas dominantes: “tiempo, sueño, amor, la preocupación por España, su intimismo”
El diálogo es el  recurso más usado  para exteriorizar sus sentimientos.
 El poema LXXVII de Galerías  reúne temas y recurso por eso lo tomaremos como base de nuestro estudio. El poema, estructurado en seis cuartetos de versos en su mayoría  endecasílabos, carece de título, hecho habitual en el autor, responde solo a un orden numérico orientador. El tema se va profundizando desde la vivencia y sentido de la tarde.
 Se presenta a través de esta,  el tiempo. El tiempo que se encarna en el hombre, “la durée” de Bersong.
 Usa el tópico literario de comparar los momentos del día con las edades del hombre o sus vivencias.
 El crítico expresa respeto a la tarde:  ”los de la hora machadiana; la tarde, hora de la melancolía”
“Es una tarde cenicienta  y mustia,” El uso del verbo ser al comienzo y la indeterminación “una” le dan vida a la tarde. Utiliza tres adjetivos en orden  significativo ascendente  que la van acercando al estado anímico del yo lírico, quien luego se unirá a ella por la comparación. “Cenicienta” por el color del cielo nublado, dominio del gris. También por ceniza algo que fue pero perdió el sentido, es lo que queda de un fuego. No son las de Quevedo “serán cenizas mas tendrán sentido.” No, ni siquiera es un sustantivo solo un adjetivo cenicienta que se adhiere a la tarde. El segundo también alude a pérdida, a lo que fue vigoroso pero ahora está marchito, ha perdido fuerza, vida. Y el  tercero destartalada quita toda forma u orden, perdió su estructura original. “como el alma mía” Todo el peso de la tarde y su significación caen a su alma generando el reconocimiento de “esta vieja angustia”
El segundo cuarteto presenta el desconcierto respecto al origen de la angustia. Busca su causa pero no se acerca ni vagamente a entenderla,  como Job no entiende el juicio de sus amigos, que lo consideren pecador frente a Dios  y que este lo permita. El hecho de aludir al pasado, a la niñez da la desprotección del hombre frente a lo absoluto. El dolor de un hombre es grave, el de un niño inunda de tristeza el poema, tocando lo inexplicable.
 Lo asume: “… dolor; yo te conozco,”
En Job el sufrimiento nacía por la incomprensión de Dios a su piedad, a su amor. Permitir que lo expongan como pecador, cuando se mostró sumiso a su voluntad  frente pérdidas grandes y en escaso plazo de tiempo.
Job tuvo y perdió. En cambio el yo lírico nunca tuvo, lo muestra en forma directa y metafórica. Directamente “… nostalgia de la vida buena…soledad  “. Metafórica “corazón sombrío” “barco sin naufragio y sin estrella” Comparativa “como perro olvidado” “como niño” Todo apunta a una existencia carente de luz, de alegría, es un niño perdido en la fiesta de la vida.
Su camino es “borracho melancólico” guitarrista lunático” “poeta”. Deja para el final la realidad  “pobre hombre en sueños,” No puede aceptar la vida y la sueña consciente de su fantasía, de ahí emana la pobreza del hombre.
 La constante en su existencia está dada por el adverbio de tiempo “siempre”. Es la búsqueda de Dios. Pero no hay guía ni luz orientadora, solo niebla, señalando la opacidad, confusión. Vuelve entonces en una estructura circular al dominio del gris del comienzo del poema antes ceniciento ahora niebla.