ANTONIO MACHADO: EL SER, EL DOLOR, DIOS.
"ES UNA TARDE CENICIENTA Y MUSTIA"LXXVIII GALERÍAS
- "SEÑOR YA ME ARRANCASTE LO QUE YO MÁS QUERÍA" –CXIX CAMPOS
DE CASTILLA
LXXVII
“
Es una tarde
cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia que habita mi usual
hipocondría.
La causa de
esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y recordando digo:
-Sí, yo era niño y tú, mi compañera.
Y no es
verdad, dolor yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro
olvidado que no tiene
huella ni olfato y erra
por los caminos sin camino, como
el niño que
en la noche de la fiesta
se pierde
entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo,
borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.”
CXIX
“Señor, ya
me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor ya estamos solos mi corazón y el mar.”
Machado es
el poeta de la sencillez en la complejidad. Su poesía de palabras comunes,
encierra la profundidad de su pensamiento en una elaborada creación.
Su inmersión
en el conflicto del hombre, parte siempre
de su visión intima. El ser es su ser, el dolor es su dolor y Dios es su
anhelo de respuestas, que no aparecen. Quiere dialogar con él “…espera hablarle a Dios un día” (Retrato).
Lo busca, “siempre buscando a Dios entre la niebla”· Lo sueña: “Anoche soñé que oía// a Dios
gritándome: ¡Alerta!// Luego era Dios quien dormía, y yo gritaba:¡Despierta!” , lo despierta. Lo increpa: “Señor, ya me
arrancaste...” Pero siempre termina solo frente a la inmensidad del mar.
Se enlaza el conflicto de la existencia, con
la angustia “compañera” desde la niñez y es la misma desorientación de Job, al
no encontrar la presencia divina que ordene o explique el porqué “… dar la vida
al desdichado…”
Ramón de
Zubiría en su estudio de La poesía de Antonio Machado señala como temas
dominantes: “tiempo, sueño, amor, la preocupación por España, su intimismo”
El diálogo
es el recurso más usado para exteriorizar sus sentimientos.
El poema LXXVII de Galerías reúne temas y recurso por eso lo tomaremos como
base de nuestro estudio. El poema, estructurado en seis cuartetos de versos en
su mayoría endecasílabos, carece de
título, hecho habitual en el autor, responde solo a un orden numérico
orientador. El tema se va profundizando desde la vivencia y sentido de la
tarde.
Se presenta a través de esta, el tiempo. El tiempo que se encarna en el
hombre, “la durée” de Bersong.
Usa el tópico literario de comparar los
momentos del día con las edades del hombre o sus vivencias.
El crítico expresa respeto a la tarde: ”los de la hora machadiana; la tarde, hora de
la melancolía”
“Es una
tarde cenicienta y mustia,” El uso del
verbo ser al comienzo y la indeterminación “una” le dan vida a la tarde. Utiliza
tres adjetivos en orden significativo
ascendente que la van acercando al
estado anímico del yo lírico, quien luego se unirá a ella por la comparación. “Cenicienta”
por el color del cielo nublado, dominio del gris. También por ceniza algo que
fue pero perdió el sentido, es lo que queda de un fuego. No son las de Quevedo “serán
cenizas mas tendrán sentido.” No, ni siquiera es un sustantivo solo un adjetivo
cenicienta que se adhiere a la tarde. El segundo también alude a pérdida, a lo
que fue vigoroso pero ahora está marchito, ha perdido fuerza, vida. Y el tercero destartalada quita toda forma u orden,
perdió su estructura original. “como el alma mía” Todo el peso de la tarde y su
significación caen a su alma generando el reconocimiento de “esta vieja
angustia”
El segundo
cuarteto presenta el desconcierto respecto al origen de la angustia. Busca su
causa pero no se acerca ni vagamente a entenderla, como Job no entiende el juicio de sus amigos,
que lo consideren pecador frente a Dios y
que este lo permita. El hecho de aludir al pasado, a la niñez da la desprotección
del hombre frente a lo absoluto. El dolor de un hombre es grave, el de un niño
inunda de tristeza el poema, tocando lo inexplicable.
Lo asume: “… dolor; yo te conozco,”
En Job el
sufrimiento nacía por la incomprensión de Dios a su piedad, a su amor. Permitir
que lo expongan como pecador, cuando se mostró sumiso a su voluntad frente pérdidas grandes y en escaso plazo de tiempo.
Job tuvo y
perdió. En cambio el yo lírico nunca tuvo, lo muestra en forma directa y
metafórica. Directamente “… nostalgia de la vida buena…soledad “. Metafórica “corazón sombrío” “barco sin
naufragio y sin estrella” Comparativa “como perro olvidado” “como niño” Todo
apunta a una existencia carente de luz, de alegría, es un niño perdido en la
fiesta de la vida.
Su camino es
“borracho melancólico” guitarrista lunático” “poeta”. Deja para el final la
realidad “pobre hombre en sueños,” No
puede aceptar la vida y la sueña consciente de su fantasía, de ahí emana la pobreza
del hombre.
La constante en su existencia está dada por el
adverbio de tiempo “siempre”. Es la búsqueda de Dios. Pero no hay guía ni luz
orientadora, solo niebla, señalando la opacidad, confusión. Vuelve entonces en
una estructura circular al dominio del gris del comienzo del poema antes
ceniciento ahora niebla.
Pero adentrándonos
en la vida del autor se dará el momento
en que participará de la fiesta, que tendrá luz y alegría. Más precisamente en Soria con el amor de Leonor. Durante su corta vida
juntos Machado no escribió un solo poema a su esposa. Luego de su muerte sí y
ahí se ubica En Campos de Castilla el poema CXIX.
Dice Zubiría:
“De la muerte de Leonor, del principio de su ausencia, nos quedan dos poemas,
en el primero de los cuales se siente, a pesar de su brevedad (una cuarteta
alejandrina) eso que Machado llama “El desgarrón en las entrañas”, de la
separación”.
Aquí el yo
lírico plantea el dolor y responsabiliza de él a Dios. Se percibe un enfrentamiento
de voluntades en la estructura de los
versos. Abre el poema con “Señor” palabra que alude por supuesto a Dios pero
también a su poder. Nada puede la criatura frente al Creador, lo temporal
relativo, frente a lo eterno absoluto y el adverbio “ya” lo destaca. El
pronombre “me” muestra la presencia del yo lírico defendiendo desde sus
entrañas a su amor, como sentido de vida y alegría: “lo que yo más quería”
El segundo
verso impone su dolor por el clamor de su corazón. Dios pasa al centro y se le une un posesivo marcando cierto
ensañamiento hacia el yo lírico como el
que tuvo Satán con Job y Yahvéh Dios permitió.
El tercero
plantea el enfrentamiento de voluntades que ya fue estudiado con clara
referencia a la única oración que aparece en los Evangelios Canónicos: el
padrenuestro, donde el hombre se entrega a la voluntad divina “Hágase tu
voluntad aquí en la tierra…” El yo lírico disiente con la voluntad del “Señor”
la enfrenta aunque sabe la inutilidad del hecho.
Luego la
consecuencia “Señor” vuelve a iniciar el verso seguido del adverbio de tiempo “ya”
para marcar el retorno al sufrimiento y la ausencia de Dios.”…mi corazón y el
mar.” La antítesis es fuerte, la pequeñez del corazón frente a la inmensidad
del mar. En el Diccionario de los símbolos Cirlot expresa: “Su sentido simbólico
corresponde al océano interior, al de las aguas en movimiento, agente transitivo
y mediador entre lo no formal y lo formal…entre la vida y la muerte”
Acude
también la primera obra conocida de la literatura occidental La Ilíada canto I Crises regresando en silencio a
orillas del estruendoso mar. Es la pequeñez humana frente a lo absoluto, es el
clamor del hombre frente al dolor.
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